lunes, octubre 22, 2007

de profundis

Está ahí, a mi lado, de cuerpo presente. Puedo preguntarle cómo está, clavando la mirada en sus ojos verdes, y ella puede contestarme que muy bien, sin desviar su mirada de la mía. Y es mentira. No está bien. Pero es que es su cuerpo el que me habla. Su mente sufre, atormentada, en algún lugar oscuro y frío muy lejos de aquí.

Ya no sé si miente o si es sincera. No creo que mienta. No quiero pensar que miente. Para luchar contra sus sentimientos, vuelca su infierno en palabras que difunde a través de la red. Ahí no hay máscaras, esos son los ojos que no engañan.

Y yo leo lo que escribe, aunque no comente nada, aunque lo guarde para mí y yo también vuelque mis sentimientos en palabras. Y me siento egoísta y estúpida, por no haber podido leer su mente, por no haberme dado cuenta de no es verdad, no está bien. Piensa en cortarse. Desde hace varios días. Puede estar a mi lado, piel con piel, mirada con mirada, y ella estará pensando en la cuchilla que la espera, para cumplir el ritual.

Dolor no compartido. Infiernos privados. Murallas que nos separan. Ya no sé cuándo está y cuándo no. Cuándo es verdad, cuándo es mentira. No soy capaz de leer en lo profundo de sus ojos, necesito consultarlo con Internet. Ahora sé que va a pasar pronto, muy pronto. A lo mejor mientras estoy escribiendo estas líneas ella afila su cuchilla contra su piel desnuda, en su habitación a oscuras con todos sus demonios por compañía.

Mis brazos no pueden retenerla conmigo. Sus demonios la poseen. Y ella no está conmigo.