viernes, octubre 12, 2007

Al otro lado de la línea me habla una voz distante, incapaz de juntar las energías y los voltios necesarios para superar los kilómetros que nos separan.

Siempre llamo de madrugada, al acabar de trabajar. Espero hasta llegar a casa y recostarme perezosamente en cama. Sólo entonces marco el teléfono y espero, ansiosa, hasta escuchar el susurro que me contesta agotado, al otro lado de la línea, recostado en otra cama.

La conversación es mundana. En mi cama, acariciando distraída las sábanas, mi mente conjura el hechizo necesario para traerla de vuelta a mi lado y sentir su cuerpo, suave y dulce, enredado en mi cuerpo.

Y lo único que me importa ahora es saber que está bien, a pesar de esa voz débil, apagada por los kilómetros y el cansancio y el sueño que la llama. A pesar de los demonios que la acompañan a donde quiera que vaya. A pesar de que se cree demasiado débil para luchar. Y mis labios susurran el hechizo que la lleva de vuelta hasta su cama, en la lejanía, repitiendo el último conjuro: take care, take care, take care...